24 mayo 2014

Capítulo II. Ella nunca más volvió a abrirle las piernas

Él escribía una novela sobre ella. Quería crearla y recrearla de nuevo. Él escribía sobre una mujer que amó, que amaba y que amaría. Fue Pigmalión en un tiempo: la inventó a su imagen y semejanza. Ella desapareció simple y sencillamente porque quiso conocer el mundo. Y ahora él la inventa en esta novela. Crea y  recrea amantes para ella. Él en realidad no sabe ni sabrá dónde se encuentra. Le duele tanto el insomnio como a la otra. Él quiere que ella sufra por lo menos en la ficción, que sienta el dolor del engaño, que sea como el judío errante: de amante en amante sin encontrar eso que llaman amor. Que un día piense que la libertad no era necesaria, que se harte y asqueé de libertad y la vomite y repita su nombre y vuelva al hogar pidiendo perdón. Que descubra que no hay más allá. 

Él quiere eso y más, pero en sus pesadillas, ella es feliz con un hombre feo, llenos de barros en la cara, muy gordo e inerte.

De: Amores fragmentados

No hay comentarios:

He vuelto