07 mayo 2011

A veces, en las mañanas, me sorprende tanto mi disposición a- Mar.

Para R...por haber jugado con sus palabras.

¿Recuerdas las estrellas, el campo y el color azul inmenso que describí en nuestra llamada por teléfono?
Yo me quejaba del insomnio y mi paranoia y tú del frío al otro lado de la linea.
Ese frío que lo consumió todo. Es tarde y debo dormir, dijiste.

Yo buscaba urgar, mover, asaltar y habitar.
Pero lo único que pude articular fue una sintaxis hiriente para un adios.
Un adios falso e innecesario.
Y brotó el demonio, ese que a veces, sólo a veces me habita.

A pesar del miedo y los olvidos, que contados hacia atrás han sido tantos,
he pensado en volver al origen.
Pero mis manos ya no son las mismas, ni mis ojos ni mis cabellos.
Y me vuelvo otra.
Otras.
Muchas.
Tantas.

Dime, ¿has sentido esas ganas inmensas de sacarte los ojos como Edipo?

Hoy sólo veo a través de mis manos.

-De ti ya no vulevo a amar nada

-De ti ya no vulevo a amar nada

No se puede amar a un muerto me dice R.
Pero él no entiende.
Hay muertos que caminan, andan y hacen el amor.

(Fragmento)

He vuelto