No es necesario decir adiós
Hubo un tiempo en que una "tal" amó a un "cual",
y en su cuerpo cabían todas la palabras.
El tiempo se acabó.
-¿No lo sientes?
El reloj de arena dio la vuelta
y se agotaron todas las palabras;
y se agotaron todas las palabras;
las buenas, las malas,
las tontas, las falsas, las agudas.
Las estériles, las rabiosas, las sanas,
las inoportunas, las imperativas.
Las graves, las blancas, las suicidas.
Las graves, las blancas, las suicidas.
Las gozosas, las violentas,
las sucias, las catárticas.
las sucias, las catárticas.
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Y sin embargo,
dentro de las soledades sulfurosas
quedaba un último atisbo de esperanza
que, bien se sabe,
es imposible de borrar en ese astro rojo
que muere y renace entre catarsis.
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