04 julio 2011

Primero llegó el desencanto, luego la apatía...como algo normal.


Primero llegó el desencanto, luego la apatía… Como algo normal.



Vivo en Xalapa, la ciudad de las flores, en la cual el crimen y el terror se extienden como una metástasis. Hoy por la mañana me tocó ver un comando armado custodiado por un helicóptero ¿qué habrá pasado pensé? Y no hubo respuesta alguna. Todo el mundo mirando intrigado y atemorizado.
Llegué al trabajo y revisé los diarios La Jornada y El País. El primero tenía en primera plana "El triunfo del PRI en tres estados de la Republica Mexicana. Y en el País también se encontraba la misma nota. ¿Será que vuelva el PRI a tener el poder hegemónico en el país? Y mi respuesta interior fue atemorizante. Pero existe de entre los partidos políticos que luchan por la hegemonía, uno que pueda representar la salvación a mi país, el héroe sin espada que México espera con tantas ganas. La respuesta fue: ¡No! ¡No existe! Por desgracia hemos caído en el desencanto, somos la generación de la tecnología, de la violencia, de las redes sociales y de la apatía.

Dicen que la revolución en Egipto se dio gracias a las redes sociales, pero nuestra cultura es diferente, pasamos horas perdiendo el tiempo en twtter, facebook, msn u otras redes sociales y lo que ocurre en las calles no nos importa. Somos cuerpos muertos conectados a la virtualidad.
Mientras nos encontremos refugiados en casa no notamos que  la vida y transcurre como si nada pasara.

¿Dónde está tu trinchera?

Escribo notas, leo periódicos y nada de eso basta sirve. Nada es suficiente si no se hace en masa, en pueblo. Unidos, quizá no como hermanos, pero sí como algo mucho más duradero, como el proceso de la reproducción asexuada: dos células que al unirse mueren pero dan vida a un tercer ser, que no sea el primero ni el segundo, sino la unión-muerte de ambos.
Seamos pues, la unión-muerte-vida, un despertar, un cambio. Un grito que acalle, una razón que salve, una palabra que de conciencia, una esperanza.

Aquí no pasa nada decimos, mi casa está bien, mis hijos también. Pero, ¿qué fue de los desaparecidos? ¿Quién será el próximo?
A Roma pan y circo; el pueblo se encuentra idiotizado por programas mediocres que ofrece la televisión abierta. Nadie se entera de nada porque seguramente estaba viendo el reality show  del domingo, la telenovela o el futbol.
En México, mi México no se confía en la policía, en la justicia y a veces ni en el vecino. No quiero recurrir a esa idea de que lo pasado era mejor. No lo conocí, no lo recuerdo, no me interesa. Pero puedo afirmar con seguridad que quiero caminar en la calle sin temor, sonreír, pensar en que el lugar donde jugaran mis hijos será seguro.

Sonaré idealista pero quiero creer. Hoy nadie vota porque no se logra nada. La clase política alimenta sus bolsillos con dinero del pueblo. Se explota el recurso natural-petróleo a través de PEMEX y nadie dice nada porque nadie tiene acceso. Y las leyes jamás se cumplen.
Esta normalidad, este día a día es atrofiante, limitante y castrante. Es un foco de infección, una metástasis extendida sin freno. Que amputa partes del cuerpo-sociedad y la calla. Que desaparece personas día a día. Y tus hijos, tus hermanos, tus seres queridos ¿hasta cuándo?



Citlalli Hernández

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